Los demócratas buscan un salvavidas por Jorge Elías
Entre las pifias de Biden y la hipocresía de Trump, el debate presidencial de Estados Unidos dejó más dudas que certezas
Joe Biden trastabilló como aquel que va con los cordones desatados. Subió la apuesta cuando propuso adelantar el primer debate para las presidenciales del 5 de noviembre. Fracasó contra un rival invencible: los achaques propios de sus 81 años. Donald Trump, apenas tres años menor, procuró mostrarse en forma y desafiante con su hándicap de golf cual espejo de su capacidad física y, sobre todo, mental. Como señaló su sobrina, Mary Trump, miembro del equipo de campaña demócrata, “durante toda mi vida he sido testigo del narcisismo y la crueldad de mi tío”.
Ni el tío ni el presidente se dieron la mano antes del cruce y después de él en Atlanta. Algo inusual en una contienda electoral de Estados Unidos, más allá del rencor de Trump por haber perdido en 2020. En ese momento, sobre todo durante los inéditos pataleos de los muchachos trumpistas en el Capitolio para evitar el 6 de enero de 2021 la certificación de la victoria de Biden, Trump no movió un dedo en la Casa Blanca mientras veía o se regocijaba con las imágenes de la televisión. Por lo insinuado en el debate en CNN, donde confesó que se sentía incómodo, tampoco aceptará el resultado de las próximas elecciones. Si pierde, of course.
Newsom, de 56 años, parece ser la cara bonita de un partido doblegado por los años y los daños en un país resignado a la polarización
¿Si pierde frente a Biden u otro demócrata, apartada la vicepresidenta Kamala Harris por su escasa popularidad? No por nada, Gavin Newsom, gobernador de California, firmó el correo electrónico con el cual el Comité Nacional Demócrata suele pasar la gorra para la campaña: “Amigos, escuchen. Estuve en el debate. Intenté seguir las mentiras de Trump a medida que avanzaban y me quedé sin papel. En cuanto al fondo, Joe Biden ganó el debate. Eso es lo que me importa. No miren 30 minutos: miren los últimos tres años y medio bajo Joe Biden. Estamos hablando del destino y del futuro de nuestra democracia, de este país y del mundo”.
Newsom, de 56 años, parece ser la cara bonita de un partido doblegado por los años y los daños en un país resignado a la polarización. El mismo Biden admitió un día después en Carolina del Norte: “Ya no debato tan bien como antes”. La virtual sucesión depende de él en la Convención Nacional Demócrata, prevista para agosto. Un caos, en realidad: 3.936 delegados deberían decidirlo. «La vicepresidenta Harris, su sucesora declarada, cuenta con un fuerte apoyo entre sectores del Partido Demócrata, pero sus índices de aprobación a menudo han estado por detrás de los de Biden a lo largo de su presidencia”, dice el sitio Politico.
En las quinielas de los eventuales sucesores de Biden, Newsom va delante de los gobernadores Gretchen Whitmer, de Michigan; J.B. Pritzker, de Illinois; Josh Shapiro, de Pensilvania, y Wes Moore, de Maryland. Cada uno carga su cruz. E inclusive asoma en el horizonte Michelle Obama tras haberlo rechazado varias veces. Un dilema que, después de las felicitaciones de Jill Biden a su marido por haber respondido “cada pregunta” y ayudarlo a bajar cuatro escalones, quedó latente entre los ataques de tos y otros tropiezos. Una sombra de sí mismo después de haber sido criticado por su juventud cuando era legislador.
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